Mucho hace que no hago una
crítica, por falta de tiempo, de interés, no sé. Existe muchas veces un desgano
que nos separa de aquellas cosas que creemos representan nuestra pasión. Y en
ese letargo de retraimiento fue que, luego de tomarme unas fotos amateur
invocando a la estética de una película que no asimilaba cual era, me topé con
que esta era “The dreamers” (Soñadores) de Bertolucci. Y ahí me rendí a mi
pasión, retomé el gusto por la crítica y recordé que tengo tantas cosas que
decir de esta película que valía la pena despertarme de mi distracción y
contarles porque, si es que gustan del buen cine (con esto excluyo a las
boludeces que la mayoría se pasa viendo para pasar el tiempo, productos hollywoodenses sin
sentido) DEBEN ver The dreamers.
Bertolucci nos cuenta, nos
ilustra, nos regala, ya en el año 2003 (su última película, si no me equivoco),
una historia que data del año 1968, antes de la revolución universitaria del
Mayo francés. Dos hermanos franceses, Isabelle y Theo, invitan a un muchacho
norteamericano llegado a París de intercambio llamado Mathew a vivir con ellos
en la casa de sus padres mientras estos se ausentan. La pasión por el cine que
los tres comparten los une y hace a Mathew ingresar lentamente a la extraña
relación de los hermanos anfitriones. ¿Quién no quiere jugar “Pictionary”
adivinando sus películas favoritas? ¿a qué cinéfilo no le gustaría discutir qué
director es mejor que otro? Entre juegos, van descubriéndose mutuamente todos,
e intimando de una manera que a cualquier “chico bueno” podría parecerle
chocante y a la vez, demasiado atrayente.
Sexo, colores, arte, simbolismos,
Bertolucci. Las relaciones se van volviendo sumamente íntimas, y un romance
nace, o tal vez dos, o quizás uno de tres participantes. Durante el 70% de la
película podemos disfrutar de la desnudez, total o parcial de los personajes y
de sus complejas situaciones psicológicas que revelan una susceptibilidad
propia de la época en la que las sensaciones estaban a flor de piel en una
juventud que constantemente rozaba, sino estaba sumergida en la corriente
hippie. Una época en la que se pensaba y se buscaba saber más.
La fotografía es mágica,
brindándonos colores cálidos perfectos, haciendo a los cuerpos lucirse en la
cámara. Delicadez en lo más grotesco, y una estética limpia y a la vez
ostentosa. El soundtrack también exquisito, y las escenas extrapoladas de otros
filmes, brillantes. Tal vez, para los más conservadores, encontrarán en esta
película cierto grado de perversión (en la escena de la tina en la que los tres
están bañándose, por citar un ejemplo) pero en verdad detrás de todas esas
situaciones lo perturbador se vuelve atractivo, hipnotiza, cautiva y nos da
ganas de más, de conocer el límite, de saber cuándo y cómo todo llegará a su
clímax.
Termina con la revolución del
Mayo Francés. Pero no le digo cómo porque quiero que vean la película. Podría
hablar más y más respecto a las cosas que me parecen excelentes y del porqué
esta es una de mis películas de cabecera, pero mejor decidí dejarles algunas
fotos, para despertar su curiosidad, su morbo tal vez, y por supuesto, su
admiración.
IMDb: http://www.imdb.es/title/tt0309987/ calificación 7.1 de 10.
Ficha Técnica
Dirección: Bernardo Bertolucci
Dirección artística: Jean Rabasse
Producción: Jeremy Thomas
Guión: Gilbert Adair, basado en su novela "The Holy Innocents"
Fotografía: Fabio Cianchetti
Montaje: Jacobo Quadri
Vestuario: Louise Stjernsward
Protagonistas: Michael Pitt, Eva Green, Louis Garrel